
"Pero un día las sombras se desvanecerán y
el Príncipe de la Oscuridad será encadenado
por siempre en su infierno.
Hasta ese día, la humanidad habrá de hacer
frente a los monstruos que habitan dentro
y fuera de su corazón, y con la ayuda de Dios
Triunfará"
Alas en la Noche. Robert E. Howard
Ya el proyecto de adaptar al hermano menor del cimmerio más conocido de la Edad Hiboria me había llamado la atención, si bien lo que prometía se quedó en aquello solamente según se vió en Sitges, un intento de aventurilla de capa y espada que combinaba a un protagonista con tan poco carisma como James Purefoy (que bien podría haberse encajado el sombrero colonial el mismo Hugh "Logan" Jackman, tras los denodados esfuerzos intentos del protagonista en enroquecer su tono y entornar lobéznicamente la mirada, pero los presupuestos, como en todo, mandan) con elementos fantásticos que, como decirlo, encajaban forzosamente en el imaginario que Robert E. Howard plasmó entre 1928 y 1932 en las ocho historias completas publicadas en vida del escritor en las páginas de la mítica Weird Tales (ya las posteriores traducciones, añadidos, conversiones y adulteraciones ni tocarlas).
Recordaba vagamente haber leído alguna de las aventuras del enjuto, sombrío y sanguinario puritano Solomon Kane, estoque, daga y mosquetes bastiones de la virtud, dispensador de justicia, infatigable luchador contra el Mal en todas sus manifestaciones, que en cada historia nos deleitaba regalándonos una generosa dosis de hemoglobina y cercenamientos, todo a partes iguales, si bien su periplo se adaptó a las maneras del bárbaro Conan en su vertiente comiquera.
Tras releer las trescientas y pico páginas de la estupenda edición de bolsillo que Valdemar acaba de reeditar (oportunamente, que el estreno cinematográfico está cercano) en su colección El Club Diógenes (también en su colección Valdemar Gótica en tapa dura, pero bastante más engorrosa para su lectura en los tiempos muertos camino a la oficina) y con la sorpresa de encontrarme a un conocido del barrio, León Arsenal, como responsable de su traducción, de nuevo he quedado imbuido e impregnado del espíritu fantástico-heroico de esta serie que lamentablemente viese su final con la prematura muerte del desquiciado suicida Howard.
Y es que todos los elementos de su literatura se encuentran en cada una de las historias, relatos salvajes, selvas inexploradas poseedoras de abominables secretos arquetípicos, miembros amputados que cobran vida mediante las más oscuras artes clamando su justa venganza, espíritus sedientos de sangre, aterradoras criaturas aladas ávidas de los cálidos jugos vitales de la humanidad. Y en medio de todo esto nuestro héroe, suerte de Quijote sangriento, protector de los débiles y justiciero de la virtud, expeditivo en sus métodos aunque no por ello inefectivo. Y dejando de lado las crónicas del coronado rey Aquilonia, es esta una serie de historias que no desmerecen en nada el resto de la producción del escritor (ahora que recuerdo ronda por casa La Piedra Negra y El Valle del Gusano, el primero digno recopilatorio del panteón de Los Mitos de Cthulhu, y una edición bastante ajadilla de Rostro de Calavera...).
Y una curiosidad a modo de sorpresa es la inclusión en esta edición de los cuentos de Salomon un relato, "La Sombra de Buitre". Sorpresa...¿por? Bueno, la única aparición de Sonia la Roja en los escritos de Howard lo es, habida cuenta de su reconversión posterior al universo Conan en la virgen guerrera conocida como Red Sonja, que también, por Crom, conocerá la gran pantalla (¿para bien?).

Nadie se atreve aún...
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