
No se puede negar, o es verdaderamente difícil hacerlo, que con su Avatar James Cameron nos ha ofrecido un espéctaculo visual sin igual, la total recreación de un mundo exótico y salvaje, de sus pobladores, de rasgos étnicos masai y gran espiritualidad, universos aderezados con una partitura que bebe del Horner más Braveheart o de su Aliens, mundos que pocos podríamos haber imaginado ver en pantalla hace unos años si no hubiese sido de la mano del equipo de animación del Estudio Ghibli del gran maestro Hayao Miyazaki.
Y es que Cameron le debe mucho del planteamiento de la historia al japonés y su conocido discurso ecologista, así como a muchos de los pasajes de su historia (las semillas de del Arbol Sagrado, oscilantes como medusas, primas hermanas de las marinas criaturas de Ponyo, el equilibrio natural con Gaia patente en títulos como La Princesa Mononoke o Nausicaä del Valle del Viento, etc), por no mencionar los paralelismos evidentes de la historia con la novela de ciencia-ficción Midworld de Alan Dean Foster y muchas otras más (hace bien poco devolvía a su legítima propietaria la copia de Kaena: la Profecía, aventura animada que giraba en torno a un sagrado árbol del que dependían sus pobladores, o también patente tengo en la memoria aquella Battle for Terra, en la que pacíficos alienígenas defienden su planeta de hordas humanas invasoras, ayudados por uno de los humanos, por no mencionar el tufillo a Pocahontas / Bailando con Lobos intergaláctico...).

Mononoke, Neytiri y la 7 de la próxima Nine, tres princesas de lo más guerrero
Dejando a un lado las raíces, referencias, inspiraciones o como se les quiera llamar, tanto el alucinante diseño de producción como la perfección de las imágenes infográficas de la historia valen en si todo el esfuerzo que el director y la enorme colaboración de las principales empresas en arte digital del momento (Weta Digital, Giant Studios, ILM entre otras) han volcado en una producción que ha tardado más de 6 años en ver la luz y que cobra su mayor espectacularidad y realismo en el sistema 3D (y no menciono el IMAX 3d porque, lamentablemente, en principio no llegará a nuestro pais en ese formato aún si cabe más impactante según quienes han podido vivir tal experiencia). Y leo, 232 millones de dólares en su primer fin de semana para una producción que sin ser una vuelta a los orígenes del cine del egomaniaco director ni lo mejor del mismo dejan constancia de que al menos es conocedor de lo que funciona en taquilla...¿Quién dijo que la belleza muchas veces no radica en la aparente simplicidad? Una pequeña gran muestra, Avatar.
Nadie se atreve aún...
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