
El subgénero cinematográfico italiano denominado Giallo vivió sus mejores años desde comienzos de los años setenta y hasta finales de los ochenta con títulos que evocaban misterios sádicos de lo más variopinto, combinación del thriller clásico y el slasher más recalcitrante. Mario Bava, al que podría considerarse padre del mismo, dio el pistoletazo de salida con La Muchacha que Sabía Demasiado (1963) dejando la puerta abierta a directores que pusieron apellido a multitud de nuestras pesadillas infantiles y lúbricas pre-adolescentes: Fulci, Martino, Tessari, Lenzi, Soavi, Avati y muchos otros, entre los que destaca el realizador que ocupa la crítica de hoy, el orfebre del Giallo, el tenebroso Dario Argento.
Cinco títulos le elevaron al status de maestro que hoy en día ostenta: Cuatro Moscas sobre Terciopelo Gris (Quattro Mosche di Velluto Grigio, 1971), El Gato de las Nueve Colas (Il Gatto a Nove Code, 1971), El Pájaro de las Plumas de Cristal (L'ucello dalle Piume di Cristallo, 1970), Rojo Oscuro (Profondo Rosso, 1975) y Suspiria (1977), estableciendo el esquema básico que se repetirá hasta la saciedad en casi todos sus trabajos: un trauma infantil deriva en violencia carnal, sádica y asesina en la edad adulta.

Con este Giallo (juego de palabras entre la denominación genérica, ya que giallo es amarillo, el apodo del asesino y la enfermedad hepática que descubrimos que padece) el realizador italiano recoge la herencia de sus anteriores film una vez finalizada su trilogía de las Madres con "La Terza Madre", "pretendiendo" rendir homenaje a su propio vagaje cinematográfico y a los pilares de una estética argumental y estilística añeja, presente en cada fotograma del film. Pero claro, la fórmula no varía, y termina agotándose y agotando al espectador impenitente que asiste a lo mismo de siempre. Y no, no somos víctima de un molesto dejá vù, sino que Argento vuelve a aburrirnos con la misma trama que urdió en su gran Rojo Oscuro, pero aquí terriblemente deslabazada.

¿Y quién se salva de la quema? pues, sorprendentemente, la mejor parada, si es que puede considerarse meritoria su actuación, es la española acaparadora de portadas y de pósters en paredes de muchos cuartos adolescentes Elsa Pataky, que dentro de sus limitaciones interpretativas cumple su cometido con sobrada solvencia, víctima acosada y martirizada por su sádico captor. Y no sé si por esto mismo, que en este reparto destaque la más bien sosa Elsa, es sintomático del pésimo y soporífero ejercicio de Argento, que incluso parece no saber resolver con un final abrupto y absurdo, en consonancia con el resto de la historia en la que incluso no quedan del todo claras las motivaciones del criminal para la consumación de sus crímenes, un psicokiller de opereta que, en una sesión de madrugada y con sueño acumulado más bien parece una caricaturesca réplica de un John Rambo antes de pasar por una merecida inyección de bótox.

Una mirada crepuscular y nostálgica a una época y a un género que, lamentablemente y con un público cada vez más contaminado y menos conformista, recordaremos en la distancia y, porque no, rescatando algún que otro vhs pérdido, una opción más que factible para esta noche.
Título original: Giallo
Año: 2009
Director: Dario Argento
Intérpretes: Adrien Brody, Elsa Pataky, Emmanuelle Seigner, Robert Miano
Imbd
FilmAffinity
Rotten Tomatoes
Nadie se atreve aún...
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