MY FRIEND
MY FRIEND IS A FISH
HE LIVES IN MY ROOM
HIS FIN IS A CLOUD
HE SEES ME WHEN I SLEEP
El cine de Werner Herzog, al menos los títulos que me han atraído, y confieso que no son muchos (casi todo se suscribe exclusivamente a su colaboración con otro maldito, el camorrista, excéntrico y excesivo Klaus Kinski) no ha sido demasiado de mi agrado, aunque su mirada naturalista, su estupenda fotografía y su estilo documental siempre me ha interesado (un claro exponente de ello su Grizzly Man de hace unos años). Otro de los títulos más sugerentes y que siempre he considerado lo mejor de lo que he podido ver de su filmografía es aquel Nosferatu, fantasma de la noche, con una gran interpretación de Kinski como el tétrico vampiro, que también en Fitzcarraldo, otra de mis favoritas, compuso otro de sus megalómanos y obsesivos personajes.
Con ese recuerdo y dispuesto a reencontrarme con el alemán hace un par de semanas me atreví con su último estreno en nuestras pantallas, un supuesto remake de aquel otro Teniente Corrupto, título que allá por los noventa filmase el violento Abel Ferrara para mayor gloria de su protagonista, un excelente Harvey Keitel en uno de sus mejores papeles, ideal para un actor de escasos recursos expresivos. Pero claro, atendamos a la advertencia del director de la "nueva versión": no es tal revisitación del original (de hecho Herzog asevera no haber visto tan siquiera el pretérito Teniente) sino que la inclusión de tal epígrafe en el nombre del film adolece a un asunto de derechos sobre el mismo, que finalmente y pese a su oposición inicial, permaneció incólumne junto a un ridículo y esclarecedor Puerto de escala, Nueva Orleans...
Pese a las palabras de su director defendiendo la originalidad de la producción, lo cierto es que sí que existen numerosos puntos de sintonía entre ambas visiones de la espiral de degradación que viven sus protagonistas, adictos, corruptos, atormentados y, finalmente, redimidos, claro que a bastante distancia la interpretación del hierático Keitel de la del cada vez más calvo Nicolas Cage, insoportable como sólo él sabe serlo, que escoge todos los tics del Ricky Santoro del Snake Eyes de Brian dePalma y los lleva al extremo del paroxismo más deleznable fundiéndolos con otros dejes de uno de sus papeles más detestables en Besos de Vampiro (nada que ver con su genial interpretación del alcohólico terminal de Leaving las Vegas, esos tiempos han quedado ya muy atrás, por desgracia para todos). Con esta composición tan soberanamente penosa poco podemos hacer con una historia que, dicho sea de paso, tampoco es demasiado original además de adolecer de demasiada corrección frente a lo oscuro y enfermizo de la historia noventera. En aquella nuestro teniente, adicto al juego, las drogas de todo tipo y condición, al sexo, descreído y desesperanzado, lo que se dice perdido y enajenado en convicciones y humanidad (cada una de las escenas en las que Keitel sufre su particular agonía oscuridad es estremecedora) experimenta una tardía "iluminación cuasireligiosa" cuando investiga la brutal violación sufrida por una monja trata, en vano y con un último y desesperado acto, redimirse, claro que en su caso no hay redención posible como demuestra su fatídico final...
El agente del orden de Herzog tras una escena inicial en la que Cage (apasionado de Kinski según él mismo proclama) realiza un rescate que le supone una lesión en el ejercicio de su deber y una condecoración, promociona y alcanza su status gracias a malas artes, manejos corruptos, filias estupefacientes (no sólo el Dr. House se hincha de Vicodín), sus apuestas ilegales... Un personaje sin asomo de arrepentimiento, ningún tipo de moralidad parece guiar sus actos hasta que una promesa (al igual que en el planteamiento implícito de Ferrara) le hace perseguir un objetivo, atrapar al perpetrador de una masacre a inocentes, sabedor que aún así seguirá condenado, tal y como demuestra el último cuarto de película, en la que vemos a un valedor de la ley en la cumbre de su carrera, con esposa embarazada anteriormente prostituta drogadicta ahora rehabilitada, unos progenitores alcohólicos ya regenerados y recuperados para la sociedad... Todo perfecto, ¿verdad? En apariencia, ya que la oscuridad sigue habitando en su corazón... Y aquí el perfecto cierre, ya que el salvador es, finalmente, rescatado por el delincuente que años atrás se librase de un aciago final gracias a nuestro protagonista... Una historia que podría haber sido incluso remarcable pero que gracias precisamente a lo histriónico de Cage se queda al nivel de esperpento sin gracia, esperpento al que tampoco ayudan ni aportan nada una Eva Mendes repitiendo en su conocido registro de mujer-florero y un Val Kilmer que, simplemente, pasaba por allí (los lagartos de las alucinaciones del dopado policía poseen un mejor registro interpretativo que estos dos).
En definitiva, que si ya poco me agradaba el sobrino de Coppola y poco me atraía lo dirigido por el germano Werner con este Teniente Corrupto se reafirman mis convicciones. Lagarto, lagarto...
Año: 2009
Director: Werner Herzog
Intérpretes: Nicholas Cage, Eva Mendes, Val Kilmer
Imdb
FilmAffinity
Rotten Tomatoes
Nadie se atreve aún...
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